A Lucinda le cortan las uñas de los pies en su despacho de congresista trucha. A Jerí la prensa interesada lo peina, lo maquilla, le cambia el bividí, le sube las mangas de la camisa y lo presente como el Bukele de la plaza Bolívar.
Lucinda y Jerí, el mismo juanete – Hildebrandt en sus trece
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