La población crece, la esperanza de vida crece y necesitamos herramientas innovadoras y sostenibles que alimenten al mundo
Gala García Imbernon
General manager de Symborg en América Latina
Quizá ya lo habían escuchado antes y, sin duda, se seguirá repitiendo por mucho tiempo: los suelos vivos son los suelos que alimentan. Pero, ¿qué es un suelo vivo y por qué es tan importante para el sector agrícola y, más allá, para la sociedad?
De acuerdo con la FAO, el 95% de lo que comemos se produce directa o indirectamente sobre el suelo. Por eso, “la disponibilidad de alimentos depende de los suelos: no se pueden producir alimentos y piensos nutritivos y de buena calidad si nuestros suelos no son sanos y vivos”.
Este es uno de los retos que tenemos que afrontar desde el sector agrícola, pero no el único. Si vemos la fotografía completa, también nos encontramos con que el mundo necesitará producir un 60% más de alimentos en el 2050. La población crece, la esperanza de vida crece y necesitamos modelos sostenibles para alimentar al mundo.
Para seguir produciendo, por lo tanto, debemos cuidar ahora de quien nos provee y nos proveerá de nuestra alimentación diaria. Es sumamente importante mantener un suelo vivo y sano. Y hablo de cuidar a ‘quien’ te provee porque el suelo no es un elemento estático, sino un ecosistema vivo y dinámico. En él encontramos materia orgánica y seres vivos de todo tipo, desde animales, que pueden observarse a simple vista, hasta microorganismos que, aunque no los vemos, son protagonistas de la magia que ocurre en la agricultura. Sí, los microorganismos son los compañeros ideales en el proceso productivo, ya que son capaces de transformar la materia orgánica y mineral, mejorar la absorción del agua y nutrientes, controlar plagas y enfermedades y proteger al cultivo en sus distintas etapas productivas.
Y en este cuidado del suelo, innovar es clave y es una herramienta de la que forman parte muchos agentes. Para que la innovación suceda no solo debe haber productos innovadores, sino también productores innovadores y un ecosistema interesado en mejorar. Nos retroalimentamos unos a otros y somos todos necesarios.
Y es que todos los agentes implicados en el reto de diseñar la agricultura del siglo XXI, en realidad, compartimos necesidades y tenemos que trabajar en conjunto buscando soluciones para afrontar el reto climático, producir utilizando menos agua e insumos o haciendo un mejor aprovechamiento de estos, evitar la degradación de los suelos, tener una visión enfocada en “mejor prevenir que controlar”, pues de esta manera evitaremos el desgaste del suelo y el estrés de las plantas, y no sería necesario curarlas. Es importante buscar variedades resistentes a las condiciones y analizar cómo pueden verse impulsadas por nuevas tecnologías.
La población crece, la esperanza de vida crece y necesitamos herramientas innovadoras y sostenibles que alimenten al mundo. El futuro de la alimentación está en el suelo de hoy.