La noticia es que, esta vez, el Real Madrid no pudo. Intentó, lo fue a buscar, presionó, jugó en campo rival y buscó tirarle constantemente el peso de la historia a su rival, pero la épica estuvo lejos de materializarse: el que festejó en el estadio más místico del mundo fue este implacable Arsenal de Arteta, que jugará la tercera semifinal de Champions de su historia (sin títulos, solo jugó la final en la 2005/06) gracias al 3-0 de la ida en Londres, a lo que soportó este miércoles en España y a que ganó nada menos que los dos juegos. Y, a pesar de muchos de los pronósticos previos a esta serie, el desenlace de la historia es merecido…
Porque al Real, que lógicamente llevó el peso del encuentro, le faltó ser punzante para encontrar ese último pase y quedar mano a mano con Raya: a diferencia de otras noches inolvidables (Atlético de Madrid 2014, PSG y City en 2022, Bayern Munich en 2024), en esta le faltaron situaciones para ir alimentando con hechos la llama que arrancó encendida y se potenció con el tempranero penal que Courtois le atajó a Saka (bien cobrado, aunque no se suele dar) y el empate de Vinicius tras el error de Saliba.
Con Bellingham impreciso en la distribución, Valverde más combativo que con peso ofensivo -aunque siempre contagiando con su incansable entrega-, Rodrygo incapaz de generar peligro y Mbappé muchas veces lejos del área, los ataques del equipo de Ancelotti se basaron fundamentalmente en centros que fácilmente fueron despejados por los centrales del Arsenal. Impericia de uno, pero mérito del otro también: con los extremos Saka y Martinelli retrocediendo hasta posiciones defensivas y un mediocampo tan dinámico como sólido (otra vez muy bien el tándem Rice- Partey), Arteta logró bloquear los circuitos creativos del Madrid y obligarlo a apurarse en la decisión final.
Y, además, lo complicó. Porque de la mano de un Mikel Merino que fue un 9 con cerebro de 10, los ingleses tuvieron un poco de pausa cada vez que lograron agarrar la pelota (poco, pero lo suficiente para meter dos goles y exigir a Courtois un par de veces) y ese pase preciso al espacio que el Madrid no encontró en 90′: las asistencias que les metió a Saka y Martinelli fueron, como diría el Coco Basile en referencia al famoso whiskey, un elixir.
Lo futbolístico es claramente una de las grandes banderas de este Arsenal que está decidido a escribir la página histórica que otros grandes como Henry, Pires, Fábregas y Ljungberg (entre tantos otros) no pudieron. Pero el aspecto mental que muestra el equipo puede llegar a ser lo que marque la diferencia: sin titubeos en la ida en Londres, se bancó la presión previa a este partido de vuelta, se repuso anímicamente al penal errado, no dejó que el Real se lo llevara puesto luego de eso y planchó el juego luego del gol del empate.
Una actuación redonda para ponerse un traje de candidato que ahora deberá reafirmar en las semifinales contra el PSG, dentro de un par de semanas (abre en Londres y cierra en Pa- rís). Si muestra lo de esta serie ante el Real Madrid, claramente está para levantar la primera Champions de su historia…